Bergoglio blasfema contra el Espíritu Santo.

Bergoglio: “Es curioso: yo pienso que el Paráclito da todas las diferencias en las Iglesias y parece como si fuera un apóstol de Babel”.

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Mt 12:32 –

Mas el que blasfeme  contra el Espíritu Santo, no se le perdonará ni en este siglo ni en el otro».

San Alfonso María  de Ligorio:

Dios abomina todos los pecados; pero, especialmente, el de la blasfemia; porque, aunque todos ofenden a Dios, y ceden en deshonra del Señor, como dice el Apóstol: Per prœvaricationem legis Deus inhonoras. (Rom. II, 23). Sin embargo, si bien los demás pecados le deshonran indirectamente, quebrantando su ley, la blasfemia le deshonra directamente, maldiciendo su santo nombre. Nihil ita exacerbat Deum, sicut quando nomen ejus blasphematur.

La blasfemia es un pecado contra el  Segundo Mandamiento y contra la virtud de la religión por la que rendimos a Dios el honor que merece como nuestro principio y fin. Es lo contrario de la alabanza a Dios.


 

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San Hilario, in Matthaeum, 12 (Catena Aurea de Santo Tomás de Aquino)
Condena el Señor de una manera severísima las palabras de los fariseos y la perversidad de todos aquellos que están conformes con ellos, prometiendo el perdón a los pecados y negándoselo a todo el que blasfemare contra el Espíritu Santo.
Remigio
Pero es necesario tener presente que no serán perdonados a cada momento todos los que pecaren, sino sólo los que hicieren una penitencia en relación con sus pecados. Estas palabras echan por tierra el error de los novacianos, que sostenían que, una vez caído el hombre fiel, era impotente para levantarse por medio de la penitencia para merecer el perdón de los pecados, y especialmente el de la negación de la fe en la persecución.
San Agustín, sermones, 71,13
No hay diferencia entre las palabras: «La blasfemia del Espíritu no será perdonada», y las que pone San Lucas: «No será perdonado aquél que blasfemare contra el Espíritu Santo» ( Lc 12,10). Los dos Evangelios dicen lo mismo, con la sola diferencia de que el último lo pone en sentido más claro, y por consiguiente, no hace más que explicar al primero, mas no por eso lo destruye. En el primero se dice «el Espíritu y la blasfemia», sin indicar siquiera de quién es ese Espíritu de que se trata, y por eso, para mejor inteligencia, se añade: «Y cualquiera que dijere una palabra contra el Hijo del hombre», etc. Por lo tanto, después de haber condenado toda clase de blasfemias, habla de la blasfemia contra el Hijo del hombre, blasfemia que en el Evangelio de San Juan está presentada como un pecado gravísimo, cuando dice del Espíritu Santo: «El argüirá al mundo del pecado, de la justicia y del juicio; del pecado, porque no creen en Mí» ( Jn 16,8). Y sigue: «Y el que pecare contra el Espíritu Santo no será perdonado». No se dice esto porque en la Santísima Trinidad sea el Espíritu Santo mayor que el Hijo, error que jamás ha sostenido hereje alguno.
San Hilario, in Matthaeum, 12
¿Qué cosa hay tan imperdonable como el negar en Cristo lo que es de Dios y quitarle la sustancia del Espíritu de su Padre, habiendo El consumado todas sus obras en el Espíritu de Dios, y habiéndose reconciliado en El el mundo con Dios?
San Jerónimo
O también puede entenderse este pasaje en este sentido: el que dijere una palabra contra el Hijo del hombre escandalizándose de mi carne, me tendrá como un puro hombre. Semejante error, aunque es una blasfemia y error culpable, sin embargo será perdonable, a causa de que mi humanidad se presenta a su vista como una cosa baja. Pero el que a la vista de mis obras divinas, cuyo poder no puede negar, me calumnia llevado de la envidia, y dice que Cristo, Verbo de Dios, y las obras del Espíritu Santo son el mismo Beelzebub, éste no conseguirá el perdón ni en este mundo ni en el otro.
San Agustín, sermones, 71
Quizás pudiere preguntar alguno si es el Espíritu Santo solo el que perdona los pecados, o si es el Padre o el Hijo. Contestaremos a esta pregunta, diciendo que también es el Padre y el Hijo el que perdona; porque dice el Hijo acerca del Padre: «Vuestro Padre os perdonará vuestros pecados» ( Mt 6,14); y de sí mismo dice: «El Hijo del hombre tiene poder de perdonar en la tierra los pecados» ( Mt 9,6). ¿Por qué razón, pues, la impenitencia, que nunca se perdona, se dice que es una blasfemia que pertenece sólo al Espíritu Santo? Es porque el que es culpable del pecado de la impenitencia se muestra rebelde al don del Espíritu Santo, por cuyo don se opera el perdón de los pecados.
San Agustín, sermones, 71
Cualquiera que fuera culpable del pecado de impenitencia contra el Espíritu Santo, en quien constituye la Iglesia su unidad, su sociedad, y su comunión, jamás alcanzará el perdón.
Rábano
La autoridad de este pasaje destruye el error de Orígenes, quien sostenía que todos los pecadores alcanzarían después de muchos siglos el perdón de sus pecados; doctrina que queda completamente refutada con las palabras: «No será perdonado ni en este mundo ni en el otro».
San Gregorio, dialogorum libri, 4,34
Nos da a entender con esas palabras que hay pecados que se perdonan en esta vida, y otros en la otra; porque lo que se niega sobre un punto se concede sobre los demás. Sin embargo, este perdón de los pecados en el otro mundo debe entenderse de los pecados veniales, como las palabras ociosas, las risas inmoderadas o la falta de cuidado en los deberes ordinarios, que apenas pueden practicarse sin culpa, o los que no saben como encaminarse o el extravío en culpas graves por ignorancia. Hay también algunas cosas que agravan nuestra suerte futura si en esta vida no hemos obtenido el perdón de ellas, etc. Pero es necesario tener presente que no será castigado en el purgatorio sino aquel que por su conducta hubiere merecido en esta vida esta indulgencia.

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