Amigos de la cruz, discípulos de un Dios crucificado, el misterio de la cruz es un misterio ignorado por los gentiles, repudiado por los judíos, menospreciado por los herejes y por los católicos ruines; pero es el gran misterio que debéis aprender prácticamente en la escuela de Jesucristo y que únicamente en ella aprenderéis. En vano rebuscaréis en todas las academias de la antigüedad algún filósofo que la haya encomiado; en vano apelaréis a la luz de los sentidos o de la razón; nadie sino Jesucristo puede enseñarnos y haceros saborear este misterio por su gracia victoriosa.
Adiestraos, pues, en esta sobreeminente ciencia, bajo las normas de tan excelente Maestro, y poseeréis todas las demás ciencias, ya que las encierra a todas en grado eminente. Ella es nuestra filosofía natural y sobrenatural, nuestra teología divina y misteriosa, nuestra piedra filosofal, la cual, mediante la paciencia, trueca los más toscos metales en preciosos, los dolores más punzantes en delicias, las humillaciones más abyectas en gloria. El que de vosotros mejor sepa llevar su cruz, aun cuando sea un analfabeto, será el más sabio de todos.
En «Carta a los amigos de la Cruz»
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