Por Peter Kwasniewski. LifeSiteNews. 30 de agosto de 2018.
Sabemos que hay sacerdotes buenos y santos, imágenes del gran Sumo Sacerdote y Buen Pastor, quienes nos sirven incansablemente, que trabajan arduamente por nuestra salvación, y que son parte de la razón por la cual ser católico es la mayor alegría en el mundo. Cada uno de nosotros puede conocer a uno, varios o muchos de esos buenos sacerdotes. Y sabemos que a menudo son menospreciados, y están sujetos en momentos como este al escepticismo y sospecha inmerecidos solo por las faltas de algunos de sus hermanos clérigos, faltas que ellos mismos repudian y condenan tanto como los laicos.
Todos nosotros, los laicos en las bancas y los clérigos en los santuarios, sin embargo, debemos hacernos preguntas difíciles. Quizá la más importante de estas preguntas difíciles es: ¿Qué ha hecho posible que tantos “hombres de Dios”, incluidos los obispos, se conviertan en peones del demonio? Además de las causas generales como la caída de Adán, la concupiscencia desordenada y los peligros que acompañan a las posiciones de autoridad, ¿podemos identificar cualquier causa que sea específica de los últimos 50 años, es decir, al período en que la gran mayoría de los casos de abuso clerical están confinados?
Una causa sistémica de la desviación clerical del deber, la laxitud moral y el libertinaje es la atmósfera de antinomismo[1] o anarquía de Woodstock que acompañó las reformas y deformaciones litúrgicas de los años 60 y 70, una época en la que la ingobernable auto celebración reemplazó al ideal católico – no en todas partes logrado pero en todas partes requerido – de un sacerdote que se sometió a la disciplina de una forma litúrgica exigente con sus rúbricas reverenciales e inculcación del temor de Dios. El sacerdote solía ser un hombre consagrado al estricto y sobrio servicio del santuario. Mientras todo cambiaba rápidamente en estas décadas, [el sacerdote] de repente fue el centro de atención vernácula, el “presidente” que manipulaba a la congregación. Los sacerdotes fueron arrojados a la guarida del león de la vanidad, la popularidad, el sentimentalismo y la relajación, y no todos fueron ‘Danieles’ que escaparan indemnes. No había ascetismo a la vista; cualquier mal que pudiera haber sido reprimido por el antiguo código de honor ahora se le daba rienda suelta.
Los católicos de cierta edad saben exactamente de lo que estoy hablando. Nacido en 1971, puedo recordar muchas “liturgias creativas” – y no es de extrañar que el clero responsable de tales cosas estuviera más tarde entre los investigados por corrupción moral. Me tomó mucho tiempo para ver la conexión (tal vez estoy lento en la aceptación), pero finalmente cristalizó para mí: el abuso de la Santa Misa por décadas y todo el resto de los ritos sacramentales y litúrgicos – y por lo tanto, por extensión, la violencia ejercida a los fieles católicos que tienen el derecho a la sagrada liturgia en su plenitud, tal como declara la Instrucción Redemptionis Sacramentum [consultar aquí] – constituye la primera y fundamental forma de abuso clerical a los laicos, de los cuales el abuso sexual es una particular y más demente variedad. El abuso sexual clerical está relacionado con el abuso litúrgico clerical, y la perversión sexual es una imagen de espejo de la perversión litúrgica.
Dada la centralidad absoluta y la dignidad infinita de la Misa y la Sagrada Eucaristía, el abuso de la liturgia y de los sacramentos es el peor crimen posible contra Dios y el hombre. Si lo más elevado y sagrado que existe no merece nuestra mayor veneración, ¿por qué los simples seres humanos merecen algún respeto? Somos simples polvo y cenizas en comparación con el Divino Sacrificio del Altar. Por otro lado, si reverenciamos profundamente y tememos a Cristo, verdadero Dios y verdadero Hombre, reconoceremos y cuidaremos Su imagen en las almas y cuerpos de todos los seres humanos. La reverencia por Él va de la mano del respeto por los más pequeños.
En su popular blog, el p. Zuhlsdorf citó este mensaje de un lector:
Si no podemos tratar el cuerpo de nuestro Señor y Salvador con respeto, ¿por qué debemos tratar los cuerpos de nuestros vecinos con respeto? ¿Hay una pendiente, corta y resbaladiza, que corre entre la dejadez en la misa y el pecado?… Cuando tomamos en serio la Misa y la Eucaristía y dejamos que todas nuestras relaciones fluyan desde esa primera, relación esencial como Cristo, no podemos usar a otras personas como objetos. Cuando la Misa se va, todo lo demás comienza a irse también… Creo que una liturgia reverente fluye naturalmente del amor a Cristo en la Eucaristía y la comprensión de que estamos en la presencia de Dios… El padre Z tiene razón. “Salven la liturgia, salven al mundo”. No es una coincidencia que el Papa (Benedicto), que se concentra en limpiar la inmundicia en la Iglesia, también se centre en limpiar la liturgia. Si no podemos respetar a Dios, no nos respetaremos el uno al otro.
El mismo padre Zuhlsdorf ha dicho, con su característico vigor:
La Eucaristía, su celebración y ella misma como el Sacramento extraordinario, es la “fuente y cumbre de la vida cristiana”. Si realmente creemos eso, debemos sostener también que lo que hacemos en el templo, lo que creemos que sucede en una iglesia, hace una gran diferencia ¿Creemos que la consagración realmente hace algo? O, ¿creemos que lo que se dice y cómo, lo qué son los gestos y la actitud en la que se hicieron, son completamente indiferentes? Por ejemplo, ¿tendrá la opción de no arrodillarse ante Cristo Rey y el Juez, verdaderamente presente en cada Hostia sagrada, producir un efecto más amplio?
Si arrojas una piedra, incluso una piedrecilla, a una piscina, produce ondas que se expanden hasta el borde. La forma en que celebramos la Misa debe crear ondas espirituales en la Iglesia y en el mundo. También lo hace nuestra buena o mala recepción de la Sagrada Comunión. Así también deben hacerlo la irreverencia y las violaciones a las rúbricas.
A veces, un católico siente la necesidad de decirle al clero secularizador y liberalizador de las últimas cinco décadas lo siguiente: Usted y sus subordinados destruyeron la teología con el modernismo; arruinaron la liturgia con su “reforma” y, como golpe de gracia, arruinaron la vida de los niños. Este es un vuelco espantoso del Reino de Dios. Llegará un momento en que todo este mal será purgado, si no mientras aún hay tiempo para el arrepentimiento, con seguridad entonces cuando el Señor nos prepare un cielo nuevo y una tierra nueva.
También decimos a nuestros buenos y santos sacerdotes:
Sigan haciendo lo que están haciendo bien. Amen la liturgia sagrada, celébrenla con asombro, devoción, temor sagrado, silencio y belleza. Llévenos con ustedes, hacia el Oriente [ad Orientem], en peregrinación hacia el Señor. Recuerden y valoren nuestra herencia católica. De esta manera, provocarán un cambio real en la cultura de la Iglesia, restaurando la institución, su personal y sus ceremonias para el honor que merecen.
[Traducción de Dominus Est para Liturgia y Tradición Católica. Artículo original]
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