Un reconocido especialista en teología pidió estudiar la validez de la renuncia de Benedicto XVI, que abrió las puertas al papado de Francisco, en una renovada crítica contra las posturas reformistas del actual líder católico que han desatado incomodidades en el seno de la Iglesia.
El monseñor italiano Nicola Bux, teólogo y ex consultor de la Congregación para la Doctrina de la Fe, analizó en una entrevista la «dificultad jurídica» de criticar al Papa, recordando que la doctrina católica apunta que solo puede ser «juzgado por Dios».
Por ello, el analista conservador opinó: «Tal vez, desde un punto de vista práctico, sería más fácil examinar y estudiar detalladamente la cuestión sobre la validez jurídica de la renuncia del papa Benedicto XIV, si fue total o parcial, o si fue dudosa».
Según su análisis, una revisión de la dimisión, presentada en 2013, sería «más útil y rentable, así como serviría para sobreponerse a los problemas que hoy nos parecen insuperables«.
En la entrevista, concedida en octubre al periodista Aldo Maria Valli (quien también reveló en su momento el pedido de renuncia a Francisco realizado por Carlo María Viganò), Bux reiteró sus críticas a la gestión del Papa, remarcando que representa «una discotinuidad, una revolución que genera herejías y controversias de varios tipos».
Consultado sobre la posibilidad de que el papa argentino busque reformas de mayor envergadura en la doctrina, Bux consideró «perturbadora» la posibilidad y una «preocupación legítima». Por ello, sugirió la posibilidad de que Francisco emita una «profesión» para reafirmar su fe católica, similar al credo publicado por Pablo VI en 1968. «Sería un tema de reafirmar algunas verdades sobre los sacramentos, la moral y la doctrina social de la Iglesias, y rechazar los errores y dudas que pueden haberse difundido, aun involuntariamente, en estos asuntos», detalló.
Si bien el teólogo apuntó que hay «un tipo de inmunidad desde la jurisdicción» para un Sumo Pontífice, también advirtió: «Si Francisco es pertinente en el error, debemos distanciarnos de él. Si una herejía se hace conocida y pública, el Papa perdería ipso facto el pontificado«. Según explicó, se trataría de un cuestionamiento consciente y voluntario a la fe dogmática.
Finalmente ha sucedido. Ahora que la Conferencia de Obispos de EE.UU. ha terminado, y no se ha hecho absolutamente nada para combatir la crisis del abuso homosexual y el encubrimiento dentro de la Iglesia Católica de los EE.UU., puedo finalmente decir que he perdido la fe. No, no he perdido la fe en Jesucristo. No, no he perdido la fe en la intercesión de la Santísima Virgen María. No, no he perdido la fe en el Credo, o en los sacramentos, o en las enseñanzas de la Iglesia. No, ni siquiera he perdido la fe en la Iglesia Católica. En lo que he perdido la fe es en la jerarquía de los obispos y su capacidad para resolver problemas juntos.
También he perdido la fe en el Papa. No, no estoy negando el papado de Francisco. Le reconozco como el verdadero Papa, así como reconozco a la jerarquía como verdaderos obispos. Más bien, he perdido la fe en él como persona y en su capacidad para dirigir a la Iglesia. La barca de Pedro se ha convertido en un barco sin rumbo, no porque no haya papa, sino porque el Papa está demasiado distraído para dirigir la nave. Al decir que he perdido la fe en Francisco, estoy diciendo que no tengo confianza en Francisco como líder. Es decir, por mi parte él recibe un “voto de no confianza”.
En resumen, mi fe en Cristo y en la Iglesia que él estableció permanece intacta. Mi fe en el liderazgo actual de esa Iglesia ha quedado irreparablemente destruida, y se necesitaría toda una vida para reconstruirla, si es que se puede reconstruir. En este momento, de hecho, tengo más fe en el Gobierno federal de los EE.UU. que en la jerarquía de la Iglesia católica y esto, realmente, es decir mucho, porque las personas que me conocen le podrían decir: “Shane casi no tiene ninguna fe en el Gobierno federal”. En este momento, creo que es mucho más probable que los marcianos aterricen en Times Square, y que luego se declare la paz mundial, y no que nuestra jerarquía católica haga lo correcto sobre el abuso homosexual y su ncubrimiento dentro de sus propias filas.
Creo que este es un enfoque más que justificado a los problemas de la Iglesia. Demasiados antiguos católicos me dicen que han perdido la fe por completo, y con frecuencia mencionan, como causa de ello, el liderazgo de la Iglesia. Sus quejas son legítimas, pero su solución es absurda. Si usted es una de esas personas que está leyendo esto ahora, esto es para usted…
No deje a Cristo por causa de Judas. No deje que malos sacerdotes y obispos le alejen de su derecho adquirido en el bautismo. ¿Por qué quiere darle a estos hombres malvados la satisfacción de alejarse de su hogar? Usted es católico. Usted merece algo más que el liderazgo que tenemos, todos lo merecemos, pero este es (desafortunadamente) con el que hemos sido flagelado por ahora. Así que me gustaría proponerle un reto. En lugar de alejarse de Cristo y de la Iglesia que fundó, haga lo que, a su vez, yo estoy haciendo. Conviértase en un buen católico a pesar de estos Judas. Porque ellos dicen que la mayor venganza es vivir bien. Vuélvase católico nuevamente, pero hágalo de una manera que contradiga a los malos sacerdotes y obispos, y los prive de su capacidad de controlar, manipular y abusar. Busque un viejo Catecismo de Baltimore (sí, todavía es legítimo) y léalo. Lea la Biblia también. Comience con los Evangelios. Comience a orar de nuevo, tal como recuerde que hacía antes, y si puede diga un rosario o dos. Luego, antes de volver a la misa, trate de encontrar una buena, donde los Judas en la Iglesia hayan tenido poca influencia.
El resto de este escrito está dirigido a todos los fieles católicos laicos. He llegado a la conclusión de que no habrá reforma desde la jerarquía. Basándome en lo que acaba de suceder en la reunión de la Conferencia Episcopal estadounidense en Baltimore, y en los posibles jugadores responsables de la misma, ahora estoy convencido al 100% de que la Reunión Extraordinaria de Obispos en Roma del próximo mes de febrero será una broma. Estoy convencido de que simplemente será un intento elaborado de confundir a los fieles para que crean que se hará algo concreto, cuando en realidad no se hará nada. Se presentará una apariencia de transparencia, pero no habrá transparencia real. Se presentará una impresión de reforma, pero no habrá reforma. Todo esto porque los hombres en la cima, incluido el Papa, están más interesados en proteger su becerro de oro, que es permitir que la homosexualidad florezca en la jerarquía.
Entonces, ¿dónde nos deja eso, fieles laicos, en todo esto? Aunque no podamos reformar nuestra Iglesia, no estamos indefensos. Realmente tenemos algunas opciones …
Tenemos que aceptar que ninguna reforma vendrá desde dentro de la Iglesia. No va a suceder, ¡así que tenemos que olvidarnos de esta posibilidad ahora! Ha llegado la hora de dejar de pedir un cambio a las conferencias episcopales. Ha llegado la hora de dejar de pedirle un cambio al Vaticano. Ha llegado la hora de guardar todas esas lágrimas y manifestaciones por el Papa Francisco y los obispos, porque simplemente no van a cambiar. Si usted ha sido víctima de abusos, ha llegado la hora de que se dirija directamente a las autoridades gubernamentales. Ni lo intente con los obispos. Podrán enterarse de sus acusaciones de abuso por parte del fiscal de distrito. Noticia de última hora para todos: ya existe una línea directa para informar sobre el abuso sexual por parte de sacerdotes en la Iglesia católica. Es el 9-1-1. No se preocupe, la reforma acabará llegando a la jerarquía, pero no desde dentro. Llegará mediante la aplicación de la ley y de la mano de Dios mismo. Cristo mismo, eventualmente, nos librará de esta jerarquía corrupta, tal como extinguió a los líderes religiosos corruptos del antiguo Israel. ¡Ay de ellos! Sería mejor si la ley los alcanzara primero.
Nosotros, como laicos católicos, tendremos que ser mejores administradores de nuestras donaciones. Esto significa estar más alerta y ser más conscientes de lo que está sucediendo en nuestra Iglesia. SÍ, hay algunas buenas parroquias y diócesis por ahí, ¡y merecen ser financiadas! Pero esta es la cuestión. Si usted le está dando dinero a una parroquia, diócesis u organización corrupta, usted está siendo parte importante del problema. Sí, usted está financiando la corrupción con su dinero y lo está haciendo gustosamente. Nadie le pone a usted una pistola en la cabeza y le obliga. Más bien, está usted colaborando no sólo en la violación y la corrupción de adolescentes, sino también en la plétora de relaciones homosexuales entre sacerdotes y otros hombres, junto con toda la mala conducta financiera que conlleva. Usted lo está financiando, ¡voluntariamente! Esto tiene que parar. Entonces, lo que debemos hacer es comenzar a observar muy de cerca a nuestras parroquias y diócesis. Si algo le huele mal, aunque sea un poco, probablemente es que algo va mal. Como dice el dicho, ¡cuando el río suena, agua lleva! Si algo huele mal en su parroquia, no la financie. Haga sus donaciones a otra parroquia en su lugar. Si algo huele mal en su diócesis, no la financie. Envíe su dinero a otra diócesis. Si algo no huele bien, ¡no lo financie! ¡Sea responsable con sus donaciones, por el amor de Dios! Finalmente, no le dé un centavo a la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos o al Catholic Campaign for Human Development (CCHD). Estas organizaciones han demostrado ser grupos líderes izquierdistas que confunden a los fieles y respaldan cosas a las que se opone la Iglesia. Si quiere luchar contra la pobreza, dele ese dinero a un comedor de beneficencia católico local. Al menos allí podrá ver los resultados.
Por último, esto me lleva al paso final. Una vez que sepa a quién no financiar, también sabrá de quién debe alejarse. Es hora de abandonar las parroquias corruptas y las diócesis corruptas y, sí, hay una forma canónica de hacerlo. Puede dejar la corrupción sin salir de la Iglesia Católica, y aquí es donde muchos ex católicos se han equivocado. No es necesario que deje su derecho adquirido con el bautismo para estar relativamente libre de esos sacerdotes-judas que corrompen la Iglesia. Usted tiene a su disposición opciones canónicas y, si es inteligente -se necesita ser inteligente en momentos como estos-, puede utilizarlas. No puedo darle una lista que enumere las buenas parroquias y los buenos obispos, pero como dicen las Escrituras, por sus frutos les conoceréis. Hay ciertas señales externas que indicarán cuáles son las parroquias o diócesis con una fuerte identidad católica y una menor probabilidad de corrupción homosexualista. No es una garantía (nada lo es), pero mejora radicalmente las probabilidades.
La última publicación en mi web fue una carta abierta a los Obispos católicos de los Estados Unidos, escrita la semana anterior a la Conferencia de Baltimore. No esperaba ningún tipo de respuesta, pero lo que hemos obtenido es mucho peor de lo que imaginaba. Literalmente, no hemos obtenido nada -un cero enorme y rotundo-, junto con un montón de pistas, tanto de la Conferencia como de Roma, que indican que el encubrimiento seguirá siendo el status quo. Terminé mi carta abierta diciendo que esa sería la última carta que les dirigiría, y no tengo ningún deseo de comunicarme más con ellos. Lo dije en serio. Como reza el título de este escrito, he perdido la fe en ellos por completo. Así que esa carta abierta fue lo último que escucharán por mi parte.
Esta entrada, dirigida a mis lectores habituales, también pretende ser mi último escrito sobre el tema del abuso homosexual y su encubrimiento. El motivo de esta decisión es, principalmente, que no tengo nada más que decir. Ya he dicho todo lo que podía decir sobre el asunto. Puedo actualizar mis fuentes de redes sociales con algunos de los últimos hechos sobre el tema, pero realmente no tengo nada más que escribir, ni recomendaciones que hacer. Todo este lío pronto se resolverá mediante la aplicación de la ley y, tal vez, con una pequeña intervención divina a lo largo del camino. Así que no hay nada más que pueda añadir.
Hemos sufrido el peso de vivir la época más triste de la historia de la Iglesia católica. Lo que sucedió es peor que el arrianismo y su herejía, y creo que las generaciones futuras lo reconocerán. Para la herejía homosexualista, y todo el pecado sexual que la acompaña, especialmente el abuso sexual de menores, es un desafío a la naturaleza misma del cristianismo. Si la homosexualidad (sodomía o “sexo gay”) no es un pecado, entonces no existe el pecado sexual en absoluto, y la totalidad de los dos mil años de enseñanza cristiana sobre el tema han sido una gran mentira. Si el pecado sexual no existe, entonces se reduce el sacrificio de la crucifixión de Cristo, disminuye la necesidad del evangelio y las disciplinas de la Iglesia son irrelevantes. Toda la fe cristiana gira sobre esta cuestión. Porque si no hay pecado sexual, entonces la mayoría de las personas no pecan en absoluto. La persona corriente no asesina, ni roba, ni calumnia a otros. El católico corriente va a misa los domingos, honra a sus padres y rara vez nombra al Señor en vano. ¿Qué es el adulterio cuando un hombre puede “casarse” con otro hombre? ¿Qué es el adulterio cuando una mujer casada puede tener una aventura con su novia, que tiene al lado? Si, contrariamente a lo que dicen las Escrituras y el Catecismo, todo esto se permite tal como desean los homosexualistas, entonces la Iglesia se convierte en nada más que un accesorio social, totalmente opcional para el cristiano que puede definir su “relación personal con Jesucristo” como mejor le guste. Jesús mismo se convierte en otro Buda o Krishna para que el hombre moderno elija a su discreción personal. No tengo ningún deseo de ser parte de una “iglesia” como esta. O existe el pecado sexual o no existe. O lo que las Escrituras nos dicen sobre la homosexualidad es cierto (sodomía o “sexo gay”), o las Escrituras son falsas. Elimine la condena de la homosexualidad de la Biblia, y estará usted eliminado el sacrificio que expiaba por ello en la cruz.
Yo sé la verdad. Creo en lo que nos dicen las Escrituras. Creo en lo que nos enseña el Catecismo. Creo lo que la fe católico-cristiana siempre nos ha enseñado. No apoyaré a quienes niegan estas cosas, ya sea con palabras o hechos, y no recibirán ni un centavo de mi dinero, ni asistiré regularmente a sus parroquias y catedrales. He perdido la fe en ellos. He decidido que, a partir de ahora, seguiré sólo a parroquias y obispos ortodoxos que sean responsables y transparentes. He decidido abandonar esa Iglesia católica dominada por la corrupción. No hay nada más que pueda hacer o decir. Si usted está leyendo esto y está listo para dejar atrás la corrupción, así es cómo lo puede hacer, legal y adecuadamente.
Este artículo apareció por primera vez en Complete Christianity aquí. Se reimprime con permiso del autor. Shane Schaetzel es un catequista certificado en la Iglesia Católica.
EL PEOR CASTIGO DE DIOS ES PERMITIR QUE HAYA LOBOS EN LUGAR DE VERDADEROS PASTORES:
La mayor señal de la ira de Dios sobre un pueblo y el más terrible castigo que sobre él pueda descargar en este mundo, es permitir que, en castigo de sus crímenes, venga a caer en manos de pastores que más lo son de nombre que de hecho, que más ejercitan contra él la crueldad de lobos hambrientos que la caridad de solícitos pastores, y que, en lugar de alimentarle cuidadosamente, le desgarren y devoren con crueldad; que en lugar de llevarle a Dios, le vendan a Satanás; en lugar de encaminarle al cielo, le arrastren con ellos al infierno; y en lugar de ser la sal de la tierra y la luz del mundo, sean su veneno y sus tinieblas. San Juan Eudes
Esta es una versión en español, proporcionada de orígen, de la columna aparecida originalmente en The New York Times, Nov-18-2018, pág. 9, bajo el título “Sheep Without Shepherds” (en la imágen, click para ampliar) y firmada por Ross Douthat, al que suelen llamar “el columnista conservador” de dicho periódico. Un rebaño sin pastores
Ross Douthat
He aquí un hecho impresionante sobre la Iglesia católica romana en Estados Unidos. La crisis provocada por los abusos sexuales de principios de la década del año 2000, las espantosas revelaciones de depredación que comenzaron en Boston en 2001, no tuvieron un efecto evidente a largo plazo en la práctica de la fe.
Sí, el catolicismo estadounidense ha perdido millones de feligreses bautizados en los últimos 50 años. Sin embargo, ese declive fue más pronunciado en las décadas de los sesenta y los setenta; para el cambio de milenio, las tendencias como ir a misa, casarse y bautizarse se habían estabilizado o estaban en un declive más lento.
Después de los escándalos de 2001, Gallup mostró una caída temporal en la asistencia registrada a misa, seguida de una rápida recuperación. Otros datos no mostraron un efecto claro en la asistencia. Ni las ordenaciones ni las conversiones de adultos disminuyeron drásticamente. Hubo colapsos locales y crisis individuales de fe y la autoridad moral de los obispos se debilitó considerablemente. Sin embargo, como institución, la Iglesia católica romana pareció sobrellevar la tormenta mejor de lo que se podría haber esperado. La creencia católica de que los sacramentos son más importantes que los pecados de los hombres responsables de ofrecerlos se puso a prueba y aparentemente perduró.
La interrogante que se cierne sobre el catolicismo estadounidense en la actualidad, mientras atraviesa por una segunda experiencia de purgatorio con el escándalo, es si en esta ocasión es diferente, si la peculiar mezcla de resiliencia, estancamiento y decadencia de la Iglesia posterior a los setenta puede sobrevivir una segunda agonía.
La pregunta se ha agudizado con el fiasco de la semana pasada en Baltimore, en la Asamblea General de la Conferencia Nacional de Obispos Católicos, donde se suponía que los pastores de la Iglesia estadounidense votarían por una especie de plan para manejar las actividades ilícitas en sus filas. Desafortunadamente, sus intenciones fueron acalladas a última hora por la insistencia del Vaticano en que las medidas de rendición de cuentas se debatan en Roma dentro de algunos meses.
El fiasco no sorprendió. La sordera y autoprotección de la intervención romana, el desconcierto y las divisiones internas entre los obispos estadounidenses, y los debates de liberales contra conservadores que siguieron fueron características de la crisis del catolicismo bajo el pontificado del papa Francisco.
Sin embargo, a pesar de no sorprender a nadie, el fiasco fue revelador. Cuando los escándalos de abuso sexual aparecieron en 2001 fue posible imaginar que eran solo sobre abuso sexual, que la iglesia podía simplemente tratar a los sacerdotes depredadores con terapia, comenzar a expulsarlos del sacerdocio y seguir adelante corregida y renovada.
Diecisiete años después, no hubo una respuesta adecuada de parte de los obispos estadounidenses y de Francisco ante la revelación de que un famoso cardenal era un depredador cuyos pecados se sabían incluso mientras ascendía y queda claro que esto estaba mal. La Iglesia se ha comportado mucho mejor desde 2001 en la tarea más básica de mantener a los niños a salvo. No obstante, en todo lo demás vinculado con el escándalo, ha habido pocos avances debido a que los líderes del catolicismo no pueden ponerse de acuerdo en lo que deben hacer para evolucionar.
Es evidente que hay una corrupción sexual y financiera purulenta en la jerarquía; es evidente que hay problemas con la forma en la que la Iglesia educa a los sacerdotes y selecciona a los obispos. No obstante, sus facciones teológicas están suficientemente apartadas como para que cada una prefiera no actuar antes que dejar al otro bando encabezar una reforma: porque los liberales piensan que los conservadores quieren la inquisición, los conservadores piensan que los liberales quieren el episcopalismo, y hay algo de verdad en ambas caricaturizaciones.
El resultado, como ocurre en la política secular estos días, es el estancamiento y la confusión, con una Iglesia cada vez más insegura de lo que enseña, dirigida por hombres que no pueden ponerse de acuerdo en cómo podría expiarse a sí misma. Lo cual a su vez deja a los fieles católicos con menos esperanzas de las que tenían en 2001 de que sus obispos puedan alcanzar la idoneidad y la decencia, por no hablar de la santidad cristiana.
Recientemente, dos periodistas católicos que conozco, Damon Linker y Melinda Henneberger —uno católico converso, atraído a la Iglesia a pesar de sus dudas, la otra una “verdadera creyente, graduada de escuelas católicas en las que se reza el rosario y la novena”— han escrito artículos sobre cómo los nuevos escándalos los están presionando a pasar de ser católicos practicantes a no practicantes y de ahí a “excatólicos”.
Algún día no muy lejano (tal vez para Adviento o Navidad) escribiré una columna sobre por qué esta retirada es un error garrafal. No obstante, por hoy es suficiente plantear la posibilidad de que Henneberger y Linker sean representativos de muchos católicos vacilantes, quienes se quedaron con un liderazgo corrompido en 2001, pero no se quedarán con una jerarquía que parece estar en quiebra en 2018… O durante todo el tiempo que el estancamiento interno de la Iglesia obstruya la justicia y evite la reforma.
Me parece que la reunión de los obispos en Baltimore sabe que esta es una posibilidad, que pueden ser responsables de la pérdida de feligreses, la pérdida de almas. Me parece que muchos verdaderamente tienen buenas intenciones, una desesperación auténtica por determinar qué debe hacerse.
Así mismo, me parece que su impotencia es una lección, demasiado literal, del camino que las buenas intenciones suelen empedrar.
Infovaticana por Carlos Esteban | 16 noviembre, 2018
Roma ha cedido y la Universidad Católica de St. Georgen tendrá como rector al sacerdote jesuita Ansgar Wucherpfennig, inicialmente vetado por sus opiniones heterodoxas sobre la homosexualidad y el sacerdocio femenino, entre otras.
Hace poco más de un mes nos sorprendía la noticia de que el Vaticano había negado su placet al nombramiento del nuevo rector de la Universidad Católica de St. Georgen, en Francforte del Meno, Alemania, por sus declaraciones menos que ortodoxas vertidas en 2016 al diario Frankfurter Neue Presse. Roma, antes de dar su necesaria aprobación, pidió al sacerdote que se retractara, a lo que se negó en una carta.
Y ahí hubiera quedado la cosa, con el sacerdote abandonando un puesto que ocupaba desde 2014, pero Wucherpfennig contaba con el apoyo del obispo de Limburg, Georg Bätzing y del Provincial de los jesuitas alemanes, Johannes Siebner. Y hoy en día no es mucho decir que la Biblia es “ambigua” en su condena de la sodomía (“abominación de la desolación” quizá sea una traducción errónea, después de todo), así que el Vaticano ha recogido velas y Wucherpfennig se queda para iluminar a las almas de futuros alemanes sobre la versión más progresista, avanzada y ‘renovada’ de la fe. El propio superior de los jesuitas, el Padre Sosa -le recordarán por su comentario sobre la inexistencia de magnotófonos en tiempos evangélicos-, se encargó de darle la buena noticia de este ‘nihil obstat’.
P. Johannes Siebner SJ am 9.5.2015 im Aloisiuskolleg in Bad Godesberg , aufgenommen von Christian Ender
Los jesuitas alemanes apenas disimulan en su nota que consideran este cambio de postura de Roma -concretamente, de la Congregación para la Educación- como un espaldarazo tácito a las arriesgadas opiniones del sacerdote, que declaró a continuación que personalmente espera que la doctrina de la Iglesia seguirá desarrollándose en apertura, que es lo que exploraba él mismo con sus palabras a la prensa.
Aisladamente, la noticia tiene mucha menos relevancia que si se toma dentro del contexto de muchas otras en la misma línea, especialmente de la prohibición vaticana a que la Conferencia Episcopal de Estados Unidos tome medidas para investigar el encubrimiento de abusos sexuales y la votación de ésta en asamblea contra la propuesta de sugerir al Vaticano la conveniencia de aclarar, con los documentos de sus archivos, el caso del ex cardenal pedófilo Theodore McCarrick.
La excusa dada por Roma para esta intempestiva prohibición es que esperaban crear el marco apropiado en la reunión episcopal que se dedicará a este asunto el próximo febrero, para aplicarlo a toda la Iglesia. Pero el hecho de que recientemente las conferencias episcopales de Francia e Italia hayan tomado iniciativas propias para combatir esta lacra con el placet de Roma desmonta este pretexto.
Por lo demás, resulta igualmente incomprensible que el cardenal Roger Mahony, arzobispo emérito de Los Ángeles, haya podido dirigirse a la asamblea de los obispos americanos en referencia a este asunto. Mahoney, que cayó en desgracia después de que se probara que había encubierto sistemáticamente abusos de niños por sus sacerdotes mientras presidió la archidiócesis, tiene prohibido todo ministerio público. El Papa Francisco hizo amago de rehabilitarle, nombrándole representante suyo en un acto de conmemoración pero tuvo que echarse para atrás frente a las multitudinarias protestas. Y, sin embargo, no solo ha podido participar en la asamblea y dirigirse a sus colegas para tratar un asunto para el que está especialmente poco cualificado, sino que lo hizo en el sentido de que los obispos, como “hermanos” que eran, no debían estar acusándose unos a otros. Una abierta y descarada defensa de la ‘omertà’ que no ha sentado particularmente bien en el laicado norteamericano.
Soy Michael Voris terminando nuestra cobertura de la reunión de los obispos sobre abusos sexuales, aquí en Baltimore, o más bien lo que se suponía que era una reunión sobre el abuso sexual clerical, que es principalmente el abuso sexual de clérigos homosexuales. Pero no resultó exactamente así una vez que la mafia gay en Roma ordenó abruptamente a los obispos de los Estados Unidos que cancelaran su voto planeado para tratar de llegar al fondo de las cosas. Después de eso nada avanzó. Hubo discursos, grandilocuencia y control de los eventos por parte del encargado por Roma, el card. Cupich. Pero sucedieron algunas cosas que son motivo de esperanza. Algunos de los obispos de menos renombre se manifestaron y afirmaron el catolicismo, lo que debió haber sido impactante para algunos de sus compañeros prelados. Los obispos Strickland de Tyler, Texas; Daly of Spokane, Paprocki de Springfield, Illinois; Cozzens de St. Paul y Minneapolis; y McKnight de Jefferson City fueron los pocos que insistieron públicamente en la fidelidad a la enseñanza de la Iglesia. Y gracias a Dios. En privado, otros obispos también los aplaudieron, pero no se manifestaron, permanecieron en un segundo plano. Necesitan cambiar eso, y rápido. Pero sin lugar a dudas, toda la reunión estuvo dominada por lo que Viganò etiquetó correctamente como «la corriente homosexual tan dominante en la jerarquía». Cupich se ha convertido claramente en el director de esta orquesta gay, y los obispos aquí lo saben. En un momento dado, se votó para recomendar al Vaticano hacer público todo el archivo de McCarrick. Cupich tomó el control y dio a conocer, por un montón de razones políticamente motivadas, para que parecieran razonables, que los obispos deberían rechazar cualquier medida. Unidos obedientemente por una votación de aproximadamente 130-80, (se votó) que no se necesita transparencia. Cuando el card. O’Malley sugirió lo que muchos consideran un cambio en la definición de «adultos vulnerables» al categorizar a las víctimas de abuso sexual, fue nuevamente Cupich quien tomó el control y dijo que las cosas serían complicadas si se involucraban a los sacerdotes que tienen relaciones sexuales con adultos, si los adultos daban su consentimiento. Cada vez que el hombre habla, suena más como un jefe corporativo que un sucesor de los Apóstoles. El misterio es: ¿Roma le ha dado completa libertad para controlar la conferencia de la manera que mejor le parezca, o está consultando cada paso del camino, o lo ha consultado con Roma? Esto no se ha podido definir como una conferencia de obispos de EE. UU., sería más exacto describirla como la Conferencia de Cupich y algunos otros obispos que han consentido . El actual presidente, Daniel DiNardo, ha sido efectivamente removido de cualquier poder o autoridad seria. Eso fue evidente por la bofetada que recibió de Francisco en agosto, cuando el Papa le dijo que no, cuando pidió una investigación sobre el asunto de McCarrick. Cupich está, indudablemente en control de la jerarquía de los Estados Unidos, al igual que su antecesor (el homosexualista) Joseph Bernardin, también de Chicago, lo estuvo. Y él tiene el control porque Roma, la corriente homosexualista en Roma, lo ha ungido para que lo sea. Cupich ha sido el que desfila alrededor del mundo anunciando una revolución en la Iglesia, un cambio de paradigma en la Iglesia, según sus palabras. Cupich es el hombre de Roma en América y el instrumento mediante el cual Roma controlará todo lo que pueda a los Estados Unidos en el esfuerzo continuo por promover el modernismo. James Martin todavía brincará alrededor de la nación declarando que la sodomía es un regalo de Dios y todos los que se oponen son malos. Thomas Rosica continuará diciendo que los sitios web (que él señala) son los únicos sitios aprobados en las redes sociales católicas y que no se debe confiar en todos los demás. Y Cupich continuará afirmando su voluntad, que es la voluntad de la corriente homosexual, siempre que sienta necesidad Para concluir, nos topamos con Cupich en el lobby del hotel y le preguntamos por qué dice que las parejas homosexuales activas deberían poder recibir la Sagrada Comunión. Aquí hay un breve clip del final de nuestra breve visita. Hice la pregunta y él corrió por la escalera mecánica. Le preguntamos a otro obispo si creía lo que dice Cupich sobre los homosexuales activos: que pueden recibir la Sagrada Comunión, y dijo que no, no está de acuerdo con eso. Cuando lo presionamos y le dijimos: «Bueno, entonces, ¿por qué no le dice algo a Cupich y lo desafías?» él respondió: «Bueno, él no me lo ha preguntado». Hay algunos hombres buenos aquí. Sus rangos necesitan crecer y crecer pronto si es que hay alguna esperanza para la Iglesia en América. Los católicos de los Estados Unidos han tenido suficiente de estos cobardes con mitra.