
Es un bellísimo descubrimiento, que no solo hace inútil el sacrificio de Jesús y la fe cristiana, sino toda posible religión. Y da nueva fuerza y poder a los malvados, a esos pocos que también se contuvieron por el temor a un castigo por sus homicidios, infanticidios, genocidios (tenemos muchos en curso), una guerra desencadenada contra los débiles basada en dar crédito a mentiras. En síntesis: gracias. Imagino el consuelo que debe haber experimentado su evangelista, Scalfari, quien a los 90 años y cercano a la muerte, con una buena carga de porquerías en el alma, al tener de usted la confirmación que él terminará en la nada y no pagará nada.

Las oficinas vaticanas han difundido una desmentida que no desmiente nada.
Esa desmentida confirma que “la conversación entre el papa Bergoglio y el fundador” del diario existió; no importa para nada que se tratase de “un encuentro privada en ocasión de la Pascua”, y que el pontífice, según el comunicado, no pretendió “concederle ninguna entrevista” y “en lo que se refiere a lo relatado por el autor del artículo de hoy -entonces- es fruto de su reconstrucción, en la que no se citan las palabras textuales pronunciadas por el Papa. Y ningún “entrecomillado” del artículo debe ser considerado entonces como una transcripción fiel de las palabras del Santo Padre”.
No serán palabras “textuales” las que el evangelista Scalfari refiere, pero el sentido general no ha sido desmentido: después de todo, como dijo el jefe de los jesuitas, el padre Arturo Sosa, su amigo, también los evangelistas de hace dos mil años no han informado las palabras auténticas de Cristo, ya que “no tenían grabadora”. A lo sumo, dado que hoy hay grabadoras, usted podría, Santidad, si lo quiere en su divina autoridad, ordenar a su evangelista Eugenio –que parece que con demasiada frecuencia equivoca sus palabras textuales, lo cual es natural en un nonagenario que confía en su decrépita memoria– que lleve una grabadora cuando usted lo recibe, para que recoja sus excepcionales Revelaciones.
Si no lo hace, quiere decir que usted, como Cristo, confía su palabra a su privilegiado interlocutor para que no informe las palabras “textuales”, sino su sentido general. De modo que nosotros, en lo que se refiere al sentido, podemos “contextualizarlo” y ejercitar nuestro “discernimiento”, según sus autorizadas exhortaciones.
Su identificación y competición con el Cristo histórico se torna así cada día más evidente. No sólo usted renueva el mensaje, aboliendo el infierno y mostrándose así más bueno que Jesús y que Dios Padre –en victoriosa competencia con la Trinidad en cuanto a misericordia.
“En el principio existía la Energía”: grandiosa cosmología
No, no solo eso: frente a su evangelista Eugenio usted ha esbozado una grandiosa cosmología, una explicación completa de la Creación, resolviendo todos los misterios de una vez por todas. Hago presente sus palabras:
“Francisco escucha mi pregunta y luego me responde en forma completamente diferente a lo que habitualmente se dice. «La creación no se cumple en el modo que se describe. El Creador, es decir, Dios en lo alto de los cielos, ha creado todo el universo y, sobre todo, la energía que es el instrumento con el que Nuestro Señor ha creado la tierra, las montañas, el mar, las estrellas, las galaxias y las naturalezas vivientes, e incluso las partículas, los átomos y las diferentes especies que la naturaleza divina ha llevado a la vida. Cada una de las especies dura miles o quizás millones de años, pero luego desaparece. La energía ha hecho explotar el universo que de tanto en tanto se modifica. Nuevas especies sustituyen a las han desaparecido y es el Dios creador quien regula esta alternancia».
Santidad, quedamos subyugados por esta sabiduría sobre los comienzos: no es el “Verbo”, sino la Energía la que ha creado el mundo. ¡Qué grande y consoladora revelación! No es la Razón, sí la Fuerza ciega la que ha creado todo el universo, montañas, galaxias y partículas, especies vivientes –que duran “millones de años” y luego “son sustituidas por nuevas especies”.
¡Qué grandiosa visión, Santidad! Se intuye que usted estuvo presente en la creación misma; que también usted podría decir “Antes que Abraham existiera, YO SOY”. Y su proverbial modestia le impide declararse por lo que es: la Cuarta Persona de la Trinidad. La que “habla con autoridad”, la que tiene el derecho de mejorar el más allá, aboliendo el infierno, precisamente porque ha visto que, en los comienzos, en la creación, existía sólo la Energía y ningún Logos. Y no dice esto porque ha recibido una revelación, o porque ha sentido voces. No. Lo dice porque usted tiene la autoridad, de igual a igual. Le pedimos, implorándole de rodillas, nosotros los malvados que usted ha liberado: ¡Declárese, Majestad divina! Destierre la humildad. No nos tenga en la incertidumbre confiando su “contexto” a Scalfari. Escríbanos una encíclica: “Damnatio Non Est” [No hay condenación]. ¿Qué digo? El título debería ser “Deus Bergoglio Sum” [Soy el Dios Bergoglio]. ¡Revélese, Santidad Suprema!
Traducción al español por: José Arturo Quarracino
Sobre el comunicado emitido por el Vaticano comenta The Wanderer:
- La Sala de Prensa de la Santa Sede, dirigida por George Burke -numerario del Opus Dei-, trata de explicar la cosa diciendo que esas palabras, si es que fueron pronunciadas, no se dijeron en una entrevista sino en un “encuentro privado”, que es, palabra más, palabra menos, lo mismo que ha dicho en ocasiones anteriores. Yo estimo que tratándose de materia tan grave habrán consultado antes con el
Santo Padrey probablemente éste haya sugerido la solución o al menos la aprobó. Y no resulta extraño pues es exactamente la misma excusa que ha utilizado en otras ocasiones. Cuando el caso del arzobispo Maccarone, que fue filmado teniendo sucios escarceos sexuales con su chofer, el entonces arzobispo de Buenos Aires afirmó que se trataba de cuestiones que pertenecían “a su vida privada”. Cuando, siendo yapontífice, se conoció las refocilaciones amorosas de Mons. Battista Ricca con un oficial del ejército suizo en la nunciatura uruguaya, elpapaFrancisco dijo que se trataba de pecados de juventud, perteneciente por tanto a su vida privada. Pareciera entonces que, en la teología pontificia, lo que se hace o dice en privado no cuenta.